
Era claro. Estabamos asi, de esa misma manera y no existía otra persona a mi alrededor. Simplemente era feliz. Feliz pensando en tantas cosas. Miles de caras se materializaban en mi mente y no habia cosa más linda que él en ese momento. No había nadie más. Solamente él, ahi, tan enfrente mio y yo, por supuesto. Hasta que sentía que los cuerpos molestaban. No era solo eso, era mucho más. Era más alla de todo. Era lo que quería, lo único que quería. Era lo que había esperado por mucho tiempo y lo tenía. Ahí, en ese preciso lugar lo tenía,
había ganado.
Tanto planear, tanto pensar, tanto decir. Tanto mirarlo durante noches enteras y ese día fueron dos minutos, dos minutos en los que sin pensar terminé en sus brazos. ¿Cómo? solo ella lo sabe.
Ni se lo imaginaba, apenas llegó con una vaga esperanza y mirá... ahora no se lo puede sacar de la cabeza la
chiquita.
Y sos mi después, mi por siempre y mi recien.