Ponele que un día voy caminando por la calle, así normal, como siempre lo hago. Básicamente. Doy una vuelta a la esquina y la cruzo. La cruzo porque siempre esta en el medio. La miro, y ponele, que en el peor de los casos, se acerca. Quiere hablar, pero yo no quiero escuchar. Quiere tirarme todas sus historias, y todas sus disconformidades ensima, pero yo, yo esta vez no quiero escuchar. Porque esta vez no es igual, lo hice en una ocasión, ya hace mucho tiempo. Me calle y con mi mejor sonrisa, y un intento de hacer las cosas bien dejé que se expresara, que me preguntara lo que me tenía que preguntar y yo conteste, con la absoluta verdad. Pero como acabo de decir, esta vez no, esta vez, cuando la vea acercarse, con las intenciones que sea que tenga, la voy a mirar a los ojos, no voy a observar lo que todos observarían, que es su estúpido traje de ilucionada-despechada, y por mi mente cruzaran cientos de pensamientos, desde estropearle la fucking cara y arruinar su vida, hasta empujarla bajo la primer maquina con ruedas que pase por aquella esquina. Pero sabes algo, tengo mucho mas cerebro que ella. Tengo algunas cosas que creo que le faltan, y hasta más edad. Entonces, voy a volver a mirarla, dejando atrás todo lo que se me había ocurrido hacer, y en ese preciso instante, voy a girar, voy a mirar hacia el frente, y me voy a ir dejándola con sus seguramente estúpidas y vacías palabras en la boca. Por supuesto deseando que cuando se durmiera esa noche, no se despierte jamás.
Lucia.B